EL ARTE MNEMÓNICO DE MARCELO BRODSKY

ANDREAS HUYSSEN

Andreas Huyssen es profesor de Literatura Alemana y de Literatura Comparada en la Universidad de Columbia (Nueva York).

En Europa o en los Estados Unidos, los críticos literarios de mi generación teníamos una imagen de América Latina formada por las novelas del boom, un fenómeno latinoamericano en el que no resultaba siempre fácil para el lector extranjero interesado detectar las diferentes resonancias históricas y tradiciones nacionales. Sin embargo, la literatura del boom poseía una energía y una vitalidad narrativa ausentes en la mayor parte de la producción literaria de los Estados Unidos y Europa. Parecía transportar la novela más allá del modernismo de un modo nuevo y fascinante. En los países del Norte, esa literatura ha sido inclusive leída y recibida como un ejemplo de posmodernismo avant la lettre. Con un aspecto exótico y ajeno, en su contexto no era acaso sino un síntoma inequívoco de modernización literaria y cultural; la entrada de la literatura latinoamericana en el canon universal, es decir occidental, del modernismo, en un momento en que la literatura había comenzado a ceder a otros medios su papel cultural dominante. Otro caso del búho de Minerva que despliega sus alas al atardecer. Hoy, el boom es historia, y la actual producción literaria de América Latina está muy lejos del éxito internacional de escritores como Cortázar, Fuentes, García Márquez, Amado o Vargas Llosa.

MÁRMOL, IMAGEN Y MARTIRIO

HORACIO GONZÁLEZ

Horacio González es profesor de Estética e Historia de la Cultura Argentina en la Universidad de Buenos Aires.

Las obras de Marcelo Brodsky tratan del tiempo, hacen llorar un llanto interno, callado, y obligan a pensar en la fotografía como un arte que aún no habíamos comprendido acabadamente. ¿No es que la fotografía aparece como la recreación de una inmerecida inmortalidad? Porque a la ambición de captar el instante la solemos justificar como una incómoda pero necesaria justicia frente a la irremediable fugacidad del mundo. La modesta mímesis de la fotografía parece resolver entonces una codicia muy comprensible de la conciencia: eternizar lo pasajero y vano del tiempo. El espectáculo se completa con lo que cada imagen así capturada invita a conjeturar. He aquí que cuando observamos una foto se produce un drama de distancia. El tiempo ha hecho sus advertencias, pero algo permanece en franco desacato. Se dirá que así es la memoria, que así disponemos nuestra observancia hacia lo que llamamos arte, precisamente porque sabe emancipar ciertos objetos del normal flujo del tiempo.

PARA UNA ÉPICA DE LOS VENCIDOS

TANIA MEDALLA

Durante el año 2009, fueron exhibidas en el Centro Cultural Matucana 100, un conjunto de obras de artistas latinoamericanos, que interrogaban la problemática de las memorias y sus representaciones en las sociedades posdictatoriales de América Latina. Algunas de las obras presentes en esta exposición, utilizaban como soporte principal, el fotográfico. Sin embargo, sus usos y las formas de inscripción en ese soporte transgredían lo que habitualmente se entiende como fotografía–memoria. Estas estrategias de representación inscribían en su propio cuerpo la pregunta acerca de la memoria, de la historia y de las posibilidades de la representación en un contexto signado por las políticas hegemónicas de borramiento y blanqueamiento del pasado reciente.

A FORÇA GRAVITACIONAL DA MEMÓRIA

MÁRCIO SELIGMANN-SILVA

“A memória tem uma força gravitacional. Sempre nos atrai.
Aqueles que têm memória podem viver na fragilidade do momento presente.
Aqueles que não têm nenhuma, não vivem em lugar algum.

Patricio Guzman, “Nostalgia de la luz”, Chile, 2010.

Lendo esse texto de epígrafe, que retirei do melancólico e belo filme “poeticodocumentário” Nostalgia de luz, de Patricio Guzman, e colocando-o ao lado dos textos que temos neste robusto volume, organizado por Élcio Cornelsen, Elisa Amorim e Gonzalo Leiva Quijada, fico pensando se esse mundo sem essa força gravitacional da memória, que permite habitarmos na fragilidade de nosso presente, já não seria o nosso. Pois, talvez por uma questão de pessimismo atávico, mas que pode também ser um realismo, a impressão que tenho é que não vivemos, cada vez mais, em “lugar algum”. Estamos na era da pósmemória e a aparente ubiquidade do discurso sobre a chamada “cultura da memória” é apenas o estertor de uma era que se fecha. Esse discurso pode ser o som de uma porta que bate, deixando para trás o passado e a tradição – ou, simplesmente mais uma crise de “febre de arquivo” (Derrida), característica de uma era na qual tudo tende a flutuar e ir parar no arquivo total chamado “lugar nenhum” do mundo cibernético.