BOSQUES DE LA MEMORIA
POR EDUARDO CADAVA
Like leaves who could write a history of leaves
The wind blows their ghosts to the ground
And the spring breathes new leaf into the woods
Thousands of names thousands of leaves
When you remember them remember this
Dead bodies are their lineage
Which matter no more than the leaves.
-Alice Oswald, Memorial
[1] En la primera fotografía de esta exposición vemos a Marcelo Brodsky parado contra una pared, brazos y piernas extendidas, con un tronco de árbol frente a él, dividiendo su cuerpo en dos y cubriendo su rostro, evitando que lo identifiquemos directamente. Si bien sabemos que es él – el título de la fotografía, “Autorretrato fusilado” nos lo dice explícitamente – también sabemos que no es él, ya que el título de la imagen se refiere no sólo a un hombre que está a punto de ser ejecutado sino a la destrucción del autorretrato mismo. Al presentar a un sujeto que esta a punto de perder su vida – aún si, como es el caso aquí, el evento esté escenificado y actuado – la fotografía es también un archivo extremadamente denso de todo lo que vendrá, un archivo no solo de un largo pasado homicida sino también de un futuro que, aún por realizarse, está ya inscrito en esta solitaria y profética imagen. Tomada en 1979 mientras Brodsky estaba exiliado en Barcelona, esta imagen presenta una pared en la plaza en la que el régimen franquista llevó a cabo innumerables ejecuciones durante la Guerra Civil Española. Las paredes de la Iglesia de San Felipe Neri están acribilladas de balas, al igual que desfiguradas por uno de los muchos bombardeos de la guerra, un bombardeo que causó gran daño sobre la fachada de la iglesia en 1938. Se trata de un autorretrato que se inscribe dentro de una historia más amplia, pero que refiere tanto a la propria historia de Brodsky como a la historia de otros.
En otras palabras, se trata de un auto-retrato en el que Brodsky, poniéndose él mismo en la posición de todos aquellos que fueron asesinados durante la guerra y de todos aquellos que serán asesinados en el futuro, se presenta a sí mismo como un otro, se identifica con los otros, con los otros muertos. En verdad, si él es simultáneamente tanto él mismo como otro en esta fotografía, es porque la imagen sugiere que el autorretrato nunca es simplemente el retrato de una sola persona, sino una especie de archivo, una red de relaciones, un conjunto de trazos históricos que, al darnos varios contextos en los cuales podríamos situar al sujeto, también impide que el sujeto sea siempre idéntico a sí mismo. No puede existir un auto-retrato, Brodsky parece sugerir, excepto aquel que pone en escena la muerte, o la futura muerte del sujeto. Este punto se ve reforzado cuando recordamos que la Iglesia de San Felipe Neri fue construida en el sitio donde, durante el Medievo, había un cementerio judío. La plaza pertenece a un lugar de muerte, a un lugar dedicado a la memoria de los muertos. Este hecho parece estar cifrado en esta primera imagen, como si se tratase de un secreto, ya que, en combinación con el tronco del árbol que lo divide en dos, las extremidades de Marcelo, sus brazos y piernas, forman una especie de hexagrama, una estrella de David, una figura que resurge en otras partes de la obra de Brodsky y que señala su propio linaje y herencia judía. De esta manera, la fotografía lo identifica con el árbol, figura privilegiada de genealogías e identificaciones familiares. Impidiendo que lo veamos directamente, que lo identifiquemos inmediatamente, el árbol de igual manera forma parte de su identidad.